“Lo que comenzó como una simple pasión por convivir entre amigos y recorrer los antiguos senderos de herradura, esos caminos forjados por el andar de mulas y burros, fue tomando fuerza y vida propia. Poco a poco, con la ayuda de los ejidatarios, dueños de las tierras, esos senderos se transformaron en rutas naturales cargadas de historia y esencia. Hay quienes cuentan que por estos mismos senderos alguna vez pasaron aquellos que acompañaron a Hidalgo en su lucha. Tal como el Palo del Águila se erige como un testigo del tiempo, los senderos son las venas de esta tierra, huellas de generaciones que evolucionaron hasta convertirse en un refugio para el ciclismo y la conexión con la naturaleza.”